sábado, 13 de febrero de 2010

EL ESPINAZO DE LA NOCHE

Partiendo de una pregunta tan simple: ¿Qué son las estrellas?, Carl Sagan nos lleva por un recorrido histórico de la evolución del pensamiento humano en la búsqueda de la comprensión del mundo que nos rodea. El nombre de Espinazo de la noche esta dado por una metáfora mítica del pueblo Kung de la república Botswana, los cuales consideraban que el firmamento era un gran espinazo que sostenía los planetas y las estrellas para que estos no se estrellaran contra nosotros. De igual modo el concepto de Vía Láctea esta dado por el mito de que el cosmos era amamantado con la leche de la diosa Era.
A partir de las explicaciones míticas, el hombre ha ido elaborando su pensamiento el cual comenzó su evolución en la isla de Samos, la cuna de la civilización y de la ciencia. Allí se revolucionó el pensamiento, surge el concepto de COSMOS opuesto al de KAOS, ya que ellos veían en la naturaleza un orden. ¿Pero por qué en la región de Jonia se da el progreso del conocimiento?, Simplemente por su ubicación geográfica y su interacción comercial. Con el desarrollo de las ciencias encontramos hombres tan eruditos como: TALES, precursor de las ciencias y quien afirmaba que el principio de las cosas se encontraba en el agua; ANAXÍMANDRO, experimentador por excelencia, el primero en usar la vara no para golpear sino para medir el tiempo, determinó la duración de un año, consideraba que el principio de la vida era el barro; THEODORO, ingeniero maestro de la época, a quién se le atribuye la invención de: la llave, la regla, la escuadra, el nivel, la fundición del bronce, el torno y la calefacción central; HIPÓCRATES, creador de la medicina; EMPÉDOCLES, consideró el aire como el principio vital, diseñador del primer experimento documentado, el ladrón de agua; DEMÓCRITO, creador de la teoría atomística, nada existe aparte de átomos y el vacío; ANAXÁGORAS, gran experimentalista, primero en afirmar que el sol y la luna no eran dioses y por tal motivo fue condenado por impiedad y a partir de él comienza el enfrentamiento entre misticismo y ciencia; PITÁGORAS, primero en afirmar que la tierra era redonda y que las matemáticas eran la base de todo, en donde el principio de todo eran los números, además, fue el primero en sobreponer por encima del conocimiento experimental el misticismo religioso; idea que tiene su mayor exponente en un seguidor de Pitágoras, Platón, creador del idealismo. Es a partir del platonismo que la sociedad se esclaviza, se separa la razón y la materia, la ciencia se vuelve un arte exclusivista, se muestra hostilidad hacia la experimentación y el avance del conocimiento se frena.
Sin embargo tres siglos después de Pitágoras, Aristarco postula la teoría de que la tierra era redonda y giraba al rededor del sol, al igual que Eratóstenes determinaría la curvatura de la tierra. Todos estos descubrimientos se perdieron y el hombre tuvo que esperar más de 2.000 años para redescubrir los viejos conceptos. Es propiamente Aristarco quien había dado ya la respuesta que tanto inquietaba a Carl Sagan, ¿Qué son las estrellas?, planetas que están a muchos años luz de la tierra.

AMOR PLATÓNICO Y AMOR GRIEGO

Tomado del articulo de Mario Gamboa publicado el doce de marzo de 1995, en las lecturas Dominicales del Tiempo.
En la antigüedad en el período de Atenas, las relaciones sexuales entre hombres adultos y jóvenes fueron aprobadas por la sociedad dentro de ciertas reglas galantes; la relación debía ser erótica así como espiritual y educativa.
El hombre debía asistir al joven efebo en su educación y en su desarrollo hasta convertirlo en un honorable y virtuoso adulto. Platón habla en el Fedro del amor homosexual manifestando que ese amor es más noble y espiritual que el amor que pueda existir entre un hombre y una mujer, destacando que todos los personajes del diálogo coinciden en ello. Las leyes atenienses promotoras de la educación incluían penas y castigos para comportamientos homosexuales en el caso de prostitución o violencia sexual.
Con Platón resulta a veces difícil saber qué es lo que realmente pensa por el método dialogado que emplea. Cuando leí hace tiempo el Fedro me parecieron equívocos varios pasajes que podrían llevar a las conclusiones anteriormente anotadas. Sin embargo pensaba, era mi interpretación personal, que Platón al hablar de esa relación se refería a una relación puramente espiritual, como la que se establece entre maestro y discípulo, y que ha sido la columna vertebral de las espritualidades orientales.
Me parecía que las tradiciones griegas en mucho semejantes a las tradiciones de la India podían también tener en eso una similitud. Las tradiciones y costumbres de los arios que conquistaron la india y que crearon allí una nueva cultura, cuya religión se explicitó en los vedas y cuyas costumbres se reglaron en el código de Manú, presentan notables similitudes con la religión y con las costumbres de otras tribus arias que conquistaron Grecia y crearon allí esa maravillosa cultura que en mucho ha sido la maestra de Occidente.
Las tradiciones y costumbres de ambas culturas, teniendo en raíces comunes, presentan similitudes y correspondencias importantes tal como lo enseña esa obra clásica maravillosa de Foustel de Coulanges, la Ciudad Antigua. Siempre he pensado que cuando Platón señala que esa relación entre dos hombres es superior a la relación que pueda existir entre hombre y mujer, la superioridad de que habla refiere exclusivamente a la relación espiritual entre maestro y discípulo. Entre los griegos no se entablaba esa relación espiritual con mujeres porque se veían como de menor condición anímica e intelectual, limitación que comienza a superarse para la mujer con la llegada del cristianismo, el cual siguiendo la tradición Judía reconocía en ella un ser creado, como el hombre, a imagen y semejanza de Dios. De esta relación, bajo la forma de relación espiritual, son bellos ejemplos: San Francisco y Santa Clara; San Juan de la Cruz y santa Teresa de Avila.
Releyendo las obras de Platón he encontrado que en las leyes se hace explícita su condena de toda relación homosexual. Las leyes como es sabido, es la obra cumbre de la madurez de Platón, mientras que el Fedro es una obra de juventud. Sin embargo me parece que no existe ninguna contradicción entre lo que dice Platón sobre el amor homosexual en las Leyes y en el Fedro. A continuación se incluyen las citas correspondientes:
En las Leyes, el ateniense, quién lleva la voz cantante en el diálogo dice, en opinión unánime compartida por los demás participantes del diálogo; “Otro mal gravísimo han causado los gimnasios, que ha sido pervertir el uso de los placeres del amor, tal como se halla arreglado por la naturaleza, no sólo para los hombres sino también para los animales; y vuestras dos ciudades, en primer término, y los demás Estados en que se han introducido los gimnasios, son la causa de este desorden. Bajo cualquier aspecto que se examinen los placeres del amor, sea en serio sea en chanza, es indudable que la naturaleza los ha ligado a la unión de los dos sexos, que tiene por objeto la generación; y que cualquier otra unión de varones con varones y de hembras con hembras es un atentado contra la naturaleza...”
En el Fedro obra de la juventud, la condena es más fogosa. Sócrates y de acuerdo con él todos los personajes del diálogo, expresa que: “El alma que no tiene un recuerdo reciente de los misterios divinos, o que se ha abandonado a las corrupciones de la tierra, tiene dificultad de elevarse de las cosas de este mundo hasta la perfecta belleza por la contemplación de los objetos terrestres, que llevan su nombre; antes bien, en vez de sentirse movida por el respeto hacia ella, se deja dominar por el atractivo del placer, y, como una bestia salvaje, violando el orden eterno, se abandona a un deseo brutal, y en su grosero no teme, no se avergüenza de consumar un placer contra la naturaleza. Pero l hombre que ha sido perfectamente iniciado, que contemplo en otro tiempo el mayor número de esencias, cuando ve un semblante que remeda la belleza celeste o un cuerpo que le recuerda por sus formas la esencia de la belleza, siente por lo pronto como un temblor, y experimenta los temores religiosos de otro tiempo; y fijando después sus miradas en el objeto amable, lo respeta como a un dios”. Cosa distinta es que Platón en el Fedro más adelante matiza la condena. Declara en forma inequívoca que la relación amorosa entre el hombre y el joven debe excluir el placer sexual como contrario a la naturaleza. Ello no obstante admite, que si de hecho han caído en una relación homosexual no todo en ella será necesariamente negativo. Entiende que pueden existir otros valores que pueden hacer positiva, en esos otros aspectos, la relación. Esa actitud corresponde y es semejante a la tolerancia de hoy en día.
En el Fedro Platón manifiesta que la más alta relación humana que puede existir es la que proviene del recuerdo del dios de que se es devoto. Cuando el hombre halla el rostro de un joven que le recuerda al dios, queda fuera de sí. Si ambas son personas superiores se establecerá entre ellas una cabal relación espiritual; si no lo son, podrían caer en una relación que Platón califica vulgar.
Para explicar esto recurre a la alegoría del cochero, que es le alma, que conduce un carro, que es el cuerpo, el cual es tirado por dos caballos de índole distinta, de buena raza uno (que representa la razón y las virtudes), y vicioso el otro (que representa las pasiones); el carruaje resulta difícil de conducir, porque un caballo tira hacia arriba, hacia lo alto, mientras que el otro tira hacia abajo. Según que gane uno u otro corcel así será la relación. Es que el propósito de esa relación es espiritual es llegar a alcanzar en la otra vida el mundo celeste, propósito que alcanzan inmediatamente quienes hasta la muerte se aman castamente.

LA PROFECÌA DE SOCRATES

Tomado del artículo escrito por María Cecilia González, en el Dominical del Colombiano, del 29 de septiembre de 1996.
Del año 469 al 399 a. de C., vivió en la renombrada Atenas de Pericles un curioso personaje que por su extraña y asombrosa personalidad, no solo ha pasado a la historia como un símbolo, sino, en palabras de Jaeger, como el fenómeno pedagógico más formidable de la historia de occidente. Se trata de Sócrates, un hombre perteneciente a esa capa media del pueblo heleno donde el espíritu ático, amante de la libertad, la belleza, la justicia y la sobriedad, anidaba con más fuerza que en aquellas esferas donde aires de escepticismo, individualismo y vida fácil, provenientes del extranjero, habían comenzado a hacer tambalear el invaluable legado axiológico de sabios como Solòn. Justamente, la juventud y madurez de Sócrates transcurren en aquellos famosos años de rápido auge que el orgullos y seguridad en sí mismos, derivados de la increíble victoria sobre los persas, desencadenaron en la polís de lo atenienses.
La ciudad vivirá la estructuración de su más completa democracia, el apogeo de su poder en el exterior o consolidación de lo que se ha denominado imperio de Pericles, y el florecimiento clásico de la poesía y el arte. Es éste, precisamente, el momento en el cual Atenas, en virtud de su poderío y gobierno democrático, se ve inundada por influencias de toda clase y procedencia, en especial, las emanadas del inquieto espíritu investigador jónico, cautivo en los poderes en lucha de la physis, y en la fuerza de un logos cargado ahora, de arrogante y peligrosa locuacidad.
No sabemos a que edad comenzó Sócrates la actividad con que los diálogos de sus discípulos Platón, Jenofonte, Antístenes y Esquines lo representan. Tampoco conocemos, hasta donde las palabras que habla el Sócrates protagonista de aquella literatura dialéctica, reflejas su pensamiento, o si se trata más bien del de sus alumnos quienes movidos por la admiración y el recuerdo del maestro, siguen a Platón en su invento literario del diálogo filosófico. Lo cierto del caso es que : aquel hombre del pueblo, hijo del cantero Sofroniscio y de la comadrona Fenareta, que profesaba ser prácticamente del mismo oficio de su madre pero aplicado a las almas de los hombres; aquel Sócrates que en virtud de la respuesta délfica que proclamó no existir nadie más sabio que él, dedicaría su vida entera a la tarea de andar interrogando a todos cuantos se decían sabios, demostrando que la sabiduría a la que hacía referencia el dios era la conciencia de no saber nada; este personaje a quien los sofistas y políticos encontraban burlón e insoportable con su eterno preguntar desconcertador; este hombre a quien por el poder aletargado de sus palabras, el sofista Menón compararía con un pez torpedo y, el aristócrata Alcibíades con un encantador de la talla del flautista Masias; este conversador singular por quien, para escucharle, Antístenes no dudaba en echarse a diario la caminada de casi ocho kilómetros entre el Piero y Atenas; este varón que a juicio de sus amigos y discípulos fue el mejor, a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo; lo cierto es que, un día del año en que debía cumplir su 70 aniversario de nacimiento, fue condenado a muerte por la asamblea popular de los atenienses, acusado de “corromper a los jóvenes”, y de “no reconocer a los dioses de la ciudad” en tanto poseía “extrañas creencias relacionadas con daimones”. Para los estudiosos de este hecho histórico y de la vida y enseñanzas de este personaje, siempre han sido motivo de investigación y reflexión, las razones de aquella Atenas de comienzos de siglo IV (en plena crisis político-social, y deterioro de sus valores morales), tuvo para condenar a Sócrates a la pena capital, y el motivo por el cual el anciano filósofo, no condujo su defensa con la habilidad discursiva que le caracterizaba, hacia su salvación.
Intriga saber, por qué, ese que en los diálogos de Platón se nos muestra feliz de vivir y el polo opuesto de un espíritu amargado, en los últimos momentos de su vida causó la impresión de haber buscado la muerte. Indudablemente llama la atención el hecho de que pudiendo, como Anaxágoras y Protágoras antes de él lo hicieron, no presentarse ante los jueces e irse de la ciudad (lo más probable es que en la intención de sus acusadores sólo hubiese existido el propósito de desembarazarse de él más que causar drama), aquella mañana en cambio, hubiese salido de su casa para el tribunal tan tranquilo como si se dirigiese hacia el mercado. ¿Por qué no preparó debidamente su defensa y más que encaminar sus palabras a ganarse a los jueces, las dirigió con altivez e ironía a burlarse de ellos y por ende a desencadenar su condena? Si la apología de Platón nos describe con exactitud las frases que Sócrates pronunció aquel día ante sus jueces, hemos de reconocer que el tribunal se mostró mas bien ecuánime en su fallo. Y es que puede entenderse que el filósofo, siendo inocente, haya considerado indigno mendigar indulgencia a sus jueces, pero resulta comprensible que en el momento que necesitaba contar con la simpatía de todos, optase por hacerles oír verdades desagradables e ironizara a su costa. ¿Si en sus manos estuvo solicitar como pena una multa o el destierro, por que prefirió ironizar diciendo que, como a su juicio, no merecía ningún mal, pedía como pena la manutención del Pritaneo (honor concedido por el Estado a los triunfadores olímpicos)? Finalmente, ¿ Por qué, siéndole posible huir de la cárcel, no lo hizo? Según nos refiere Jenofonte en su Apología de Sócrates, el filósofo recibió y sufrió con alegría la muerte porque estaba persuadido de que, a su edad, le era preferible morir a vivir. En adelante, lo único que la vida le depararía sería la terrible vejez con la consecuente perdida de sus facultades y el padecimiento de un cúmulo de enfermedades. Morir a los 70 años, después de que hasta el presente ningún hombre le ganara en vivir mejor, bien podía tenerse por un don de la divinidad. Momento más oportuno y muerte menos penosa no podían concedérsele a un mortal. ¿Será que, en efecto, la entereza de Sócrates en el juicio, en la prisión y a la hora de su muerte se debió a un deseo de morir cuando su cuerpo rebosaba aún de salud y su alma era capaz todavía de tiernas afecciones?
Para algunos, en el Critón de Platón, ese diálogo sobre el deber que, casi la víspera de su muerte, en la prisión, entabló él con uno de sus más fieles alumnos, se halla la clave de su comportamiento. Para Critón no era justo que Sócrates se dispusiera a entregar su vida cuando podía salvarla aceptando que sus amigos, con dinero, le organizaran la fuga de la cárcel y luego, la huida de Atenas al sitio que él quisiese.
Todos los que tanto le debían, estaban dispuestos a dar sus fortunas con tal de salvarlo. Pero el filósofo, después de proferir la más convincente prosopopeya de las leyes que en época alguna haya podido pronunciarse, deja muy claro que, aunque inocente, prefiere la cicuta justicia a una huida que, además de escarnecer las leyes de la ciudad donde siempre había vivido libremente, dejaría sin fundamento éstas, sus enseñanzas:
La virtud y la justicia, las normas tradicionales de conducta y la leyes han de gozar de la máxima estimación de los hombres. No debe devolverse injusticia por injusticia ni hacer daño a hombre alguno, ni aún en el caso de que recibamos de ellos un mal, sea el que fuere... En la guerra, ante el tribunal y en todas partes hay que llevar a cumplimiento lo que la ciudad y la patria ordenen, o convencerlas de acuerdo con las exigencias de la justicia.
Y el filósofo concluye que no podía comportarse más ridículamente si, a su avanzada edad, con pocos años de vida por delante y después de haber vivido tantos años sin cometer injusticia alguna, decidiera ahora, a causa a causa de un excesivo apego a la vida, quebrantar las leyes más sagradas. Así, el ciudadano más amigo del pueblo, hubo de ejercer su vocación política, no-políticamente.
Vale la pena recordar la anécdota que Jenofonte consigna en su Apología, de aquel momento en que Sócrates hace ver a sus llorosos amigos que no deben afligirse por su muerte. Cuenta el historiador que Apolodoro le dijo: Sócrates, me es enteramente insoportable verte morir injustamente. A lo cual el maestro respondió sonriendo: ¿Pero, Apolodoro, preferirías que muriese justamente a que muera justamente? Esta sonrisa de Sócrates, que también nos refiere Platón en el Fedón, nace de estar en paz con el dios que le ha hecho apreciar como el mayor bien del hombre, el discurrir y examinarse a sí mismo y a los demás. Vida peor que la muerte sería sin duda, renunciar a la libertad de hablar, preguntar, conversar y actuar como su dios se lo ordena.
La sonrisa del filósofo es la negativa a dejar de ser él mismo, a renunciar a su misión educadora. Si el dios de Delfos con su oráculo lo había destinado a ser el “tábano” de los atenienses, indudablemente, una vida sin poder llevar a cabo tal misión, carecería de sentido. Puede decirse que la misión a la cual se consagró Sócrates fue actuar, como su padre el cantero, en una escala artesana: busca individuos para hacer de ellos personas modela las almas por medio de sus palabras, a veces pedantes e irónicas, pero siempre despertadoras de inquietudes y cuestionadoras de las opiniones y de los signos convencionales de la sociedad.
De las almas va quitando el peso del pensamiento implícito que la costumbre y la tradición nos impones, sin otorgarnos el derecho a la duda y el asombro. Paciente y amorosa mente se dedica a su misión de sustraer de todo dogma y convención a las almas para, una vez se contemplen a sí mismas, hallen en su anhelo de perfección, la fuerza interior que las conduzca a la felicidad. Más, sucede que tras su labor artística, este escultor de hombres interiores va produciendo en sus interrogados un efecto ambiguo, el de suave encantamiento y terrible malestar a la vez. No en vano Atenas, al tiempo de llegar a sentir la necesidad de Sócrates, la necesidad de una vida nueva, llegó a considerarlo también molesto para la ciudad que se asentaba en antiguas tradiciones, y es que siempre resulta más descansado seguir viviendo como es rutina, sin preguntar nada sobre lo que se hace y sobre la manera justa de hacerlo. Obvio que Sócrates, buscando la felicidad que se construye desde el interior del hombre mismo, haya hecho perder la felicidad más inmediata, la más al alcance de todos: la de la inconsciencia sin conflictos y sin problemas.
Que Sócrates, más que discípulos tenía amigos, no debe extrañarnos así como tampoco que lo que con más firmeza se grabara de este en la mente de aquellos, haya sido su calidad humana, la coherencia de su conducta con sus principios, la entrega a esa su misión de no dejar en paz a los atenienses y no permitirles su ilegalidad, la injusticia, el relajamiento de la virtud, la decadencia. Un individuo tal, indudablemente tenía que tener también sus enemigos y ser considerado un peligro para aquellos en la ciudad que proponían como único evangelio el del “tener”. La enseñanza de Sócrates era la del no saber y esta inciencia no producía tener alguno. ¿Cómo entonces no considerarlo un “corruptor de la juventud?” Así, en el juicio al filósofo, la balanza se inclinó n esa decadente Atenas, hacia la decisión de matar la voz que la acusaba y ponía al descubierto su vergüenza. Este tábano molesto que acosaba no irse a otra parte y que antes bien, hacía de su defensa una excelente ocasión para hundir de nuevo su aguijón en las almas de los atenienses, no había más remedio que acallarlo con la cicuta.
Pero los silenciadores de la voz critica de Atenas se engañaron. No supieron desvelar el signo oracular que la sonrisa del filósofo constituía, ni siquiera con la ayuda de éste, su vaticinio:
Una profecía quiero haceros; no en balde me encuentro ahora en aquella situación en que más profetizan los hombres, es decir, cuando tienen la muerte próxima. Yo os aseguro, hombres que me habéis condenado a la última pena, que inmediatamente después de mi muerte os llegara un castigo mucho más duro, que el que me habéis infligido con vuestra condena.
Habéis hecho esto ahora en la idea de que nos veréis libres de rendir cuentas de vuestra vida, pero os sobrevendrá todo lo contrario: serán más los que en adelante os pidan más cuentas y serán más duros, por cuanto que son más jóvenes. Si creéis que dando muerte a hombres vais a impedir que se os eche en cara que no vivís rectamente, discurrís mal. Este es el vaticinio que, al partir, os hago a los que habéis votado en contra mía. (Platón. Apología de Sócrates).Y, en efecto, a pesar de que el maestro nada dejó escrito, su voz no se extinguió. La conmoción que su muerte causó entre sus discípulos, los llevó a generar una corriente literaria y espiritual que constituyó la “socrática” y que demostraría a su época y a la posteridad, que una voz exhortadora y modeladora de hombres libres, resulta insilenciable para cualquier justicia humana. Ese nuevo siglo de la historia de Atenas que se abriera con la condena y muerte de Sócrates, dizque para borrar su figura y su palabra de la memoria del pueblo ateniense, irónicamente, no escuchó otras voces, ni otras enseñanzas que las que la socrática pronunció. Atenas dio a luz la filosofía que se constituiría con el tiempo, en la fuente más importante de su poder espiritual ante el mundo.
Tu bebes con los dioses, oh Sócrates, ahora. Sabio te llamo dios, que es sólo el sabio, y si los atenienses la cicuta te dieron, brevemente se la bebieron ellos por tu boca.(Diogenes Laercio. Epitafio a Sócrates)

LOS FRAGMENTOS DEL POEMA DE PARMENIDES

(1,1) Los caballos que me arrastran, tan lejos como mi ánimo deseaba, me han acompañado, cuando me condujeron guiándome al famoso camino de la Diosa que lleva al mortal vidente a través de todas las ciudades.
Por él era conducido. Pues por él me llevaban los hábiles caballos (1,5) que tiraban del carro, mientras unas doncellas mostraban el camino.
En los cubos y rechinando con estridente silbido el eje ardía (pues lo aceleraban en vertiginoso remolino dos ruedas por cada lado), cuando aumentaron la velocidad las jóvenes Heliades, marchando desde la morada de la noche (1,10) hacia la luz, quitándose los velos de la cabeza.
Allí están las puertas de los caminos de la noche y del día, que sostienen arriba y abajo un dintel y un umbral de piedras elevadas en el aire se cierran con ingentes hojas.
La justicia pródiga en castigo guarda sus llaves de doble uso.
(1,15) Las persuasivas jóvenes con suaves palabras la convencen hábilmente de que para ellas el travesaño de férrea piña quite, pronto de las puertas. Volanderas crearon al abrirse un inmenso abismo vacío entre sus batientes cubiertos de bronce que giraron uno tras otro sobre sus goznes, (1,20) provistos de bisagras y pernos. A través de ellas las doncellas Condujeron rectamente el carro y los caballos sobre el ancho camino. Y la diosa me acogió con afecto, la mano derecha con la suya tomó y me dirigió la palabra diciéndome:
“Oh joven, compañero de inmortales conductores, (1,25) tú que llegas a nuestra morada con los caballos que te arrastran, ¡salud!. Pues no es un mal hado el que te ha inducido a seguir este camino (que esta apartado del sendero de los hombres), sino el derecho y la justicia. Es preciso que conozcas todo, tanto el corazón imperturbable de la verdad bien redonda, (1,30) como opiniones de los mortales, en las cuales no se halla la verdadera creencia. Pero aprenderás también estas cosas, cómo las apariencias ha sido necesario que sea probablemente, extendiéndose todas a través de todo.
(2,1) Pues bien, te contaré (tú escucha y recuerda el relato) cuales son las únicas vías de investigación que son pensables:
1. La primera, que Es y no es No-ser, es la vía de la creencia (pues sigue a la verdad).
2. (2,5) La otra, que no es y es necesariamente No-ser. ( el mi, la nada), ésta, te lo aseguro, es una vía impracticable. Pues no conocerías lo No-ente (ello es imposible) ni lo expresarías. (3,1) Pues lo mismo es el pensar y el ser.
(4,1) Mira como lo lejano se hace firmemente presente al pensamiento. Pues éste no separará lo Ente con lo Ente unido, ni dispersándolo por todas partes totalmente según el orden del universo, ni reuniéndolo. (5,1) Igual es para mí por donde comience. Pues allí mismo tendré que volver de nuevo.
(6,1) Es necesario decir y pensar que lo Ente es; pues es el Ser, pero la Nada no es; te ordeno que consideres esto.
Te aparto, pues, de esta primera vía de investigación, así como de aquella por la que los mortales ignorantes (6,5) andan errantes, bicéfalos; pues la incapacidad en su pecho guía el pensamiento vacilante; son arrastrados, como sordos y mudos, estupefactos, gentes sin juicio para las que el ser y el No-ser son considerados como lo mismo y no lo mismo, para quienes el camino de todas las cosas marcha en direcciones opuestas.
(7,1) Pues nunca será conseguido esto, que sean los no-entes; pero aparta tu pensamiento de esta vía de investigación; y no te obligue a marchar por esta vía la costumbre tantas veces practicada, excitando la mirada vacilante, el oído que zumba (7,5) y la lengua; juzga con el pensamiento la prueba muy discutida propuesta por mí.
(8,1) Solo un discurso como vía queda: Es. En este hay signos (on mata) múltiples de que lo Ente es ingénito e imperecedero, pues es completo, imperturbable y sin fin.
(8,5) No ha sido ni será en cierto momento, pues es ahora todo a la vez, uno, continuo. Pues, ¿qué nacimiento le buscarías?
¿Cómo, de donde habría nacido? Ni de lo No-ente permitiré que digas o pienses; pues ni expresable no concebible es que no es. Pues, qué necesidad a nacer (8,10) antes o después le impulsaría si procedieses de la Nada? Así, es necesario que sea absolutamente o no. Pero tampoco permitirá la fuerza de la verdad que de lo No-ente nazca algo a su lado. Por ello ni que se engendre ni que perezca permite la justicia relajando las cadenas, (8,15) sino que las mantiene firmes. El juicio en esta respuesta es: Es o no es. Pero se ha decidido, como era de necesidad, que (una vía) era impensable e inexpresable- pues de la verdad no es vía -, en vista de que la otra avanza y es verdadera.
¿Cómo podría perecer entonces lo Ente? ¿ Cómo podría nacer?. (8,20) Pues si ha nacido no es, ni si ha de ser alguna vez por tanto queda extinguido el nacimiento e ignorada la destrucción.
Ni está dividido, pues es todo igual. Ni es más (aquí), pues ello impediría que fuese continuo. Ni es menos(allí), pues todo está lleno de Ente. (8,25) Por tanto es todo continuo, pues lo Ente toca a lo Ente.
Por otra parte, inmóvil en los límites de poderosas cadenas, está sin comienzo ni fin, pues el nacimiento y la destrucción han sido apartados muy lejos, ya que la verdadera creencia los rechazó. Ello mismo en lo mismo permanece, yace sobre si mismo (8,30) y así residirá inmutable allí mismo; pues la firme necesidad lo tiene en cadenas envolventes, lo aprisiona por todas partes. Por ello no es lícito que lo ente sea infinito. Pues no es indigente de nada; mientras que no siendo carecería de todo. Lo mismo es el pensar y aquello por lo que es el pensamiento.
(8,35) Pues no sin lo ente, con respecto al cual es expresado, hallarás el pensar; ya que no ha sido ni es ni será otro al lado de lo ente, puesto que el hado lo ha encadenado para que permanezca apretado e inmóvil. Por tanto todas las cosas serán nombres que los mortales pusieron convencidos de que son la verdad, nacer y morir, ser y No-ser, cambio de lugar y alteración del color que resplandece.
(8,40) Pero, puesto que su límite es el último, es completa por doquier, semejante a la masa de una esfera bien redonda, igual en fuerza a partir del centro de todas partes. Pues ni mayor (8,45) ni menor es necesario que sea aquí o allí. Ya que ni es lo No-ente, de forma tal que le impidiese ser homogéneo, ni un ente que tuviese de ente homogéneo, ni un ente que tuviese de ente aquí más, allá menos, pues es todo inviolable.
Puesto que es igual en todas direcciones, alcanza de igual manera sus límites.
(8,50) Con esto cierro para ti el fidedigno discurso y pensamiento sobre la verdad. A partir de aquí las opiniones mortal es aprende escuchando el orden engañoso de mis palabras. Pues (los mortales) han decidido dar nombre a dos formas a modo de interpretación; de las cuales es necesario no una – en esto se extravían -; (8,55) las han juzgado con aspecto opuesto y les han asignado signos de modo diferente respectivamente, a una el etéreo fuego de la llama, que es dulce, sumamente leve, igual a sí misma por doquier, pero distinta de la otra; por el contrario, está es por sí misma lo opuesto, noche oscura, cuerpo pesado y espeso.
(8,60) El orden de todas las cosas verosímiles te revelo para que nunca te aventaje ninguna interpretación de los mortales. (9,1) Pero puesto que todas las cosas han sido nombradas Luz y Noche, éstas y aquellas conforme a sus potencias, todo está lleno conjuntamente de luz y noche sombría, ambas iguales pues nada hay entre una y otra.
(10,1) Conocerás la naturaleza del éter, todos los signos que se hallen en el y la acción aniquiladora de la pura antorcha del brillante Sol y de dónde proviene; averiguarás las acciones, el movimiento circular de la luna de ojo redondo (10,5) y su naturaleza; sabrás también el cielo que todo lo circunda de donde proviene y cómo la necesidad que lo rige lo encadenó manteniendo los límites de los astros.
(11,1) Cómo la tierra el Sol y la Luna y el éter común a todos y la celeste vía Láctea y el Olimpo remoto y la fuerza ardiente de los astros se lanzaron hacia su nacimiento.
(12,1) Las (coronas) más estrechas están llenas de fuego puro, las que vienen después, de noche; pero en medio se proyecta una parte de fuego en el centro de éstas la divinidad que todo lo gobierna. Pues en todo es el principio del odioso nacimiento y de la unión, (12,5) impulsando la hembra a unirse al macho y contrariamente, al macho con la hembra.
(13,1) El primero de todos los dioses es Eros, por ella concebido. (14,1) Brilla por la noche errante en torno a la tierra con luz prestada... (15,1) siempre mirando hacia los rayos del sol.
(16,1) Según como es la composición en cada momento de los órganos (engañosos, así se presenta el pensamiento a los hombres. Pues lo mismo es lo que piensa y la naturaleza de los órganos en los hombres en todos y en cada uno. Porque lo más engañoso constituye el pensamiento).
(17,1) Los muchachos a la derecha, las muchachas a la izquierda.
(18,1) Cuando el hombre y la mujer mezclan a la vez las simientes del amor, la fuerza que informa en las venas a partir de sangres opuestas modela cuerpos bien constituidos si guarda un justo temperamento. Pues si las fuerzas luchan, habiéndose mezclado las simientes, (18,5) y no se avienen en el cuerpo formado por la mezcla, funestas vejarán por su doble simiente el sexo del que nace.
(19,1) Así, según la opinión, estas cosas han nacido y son ahora, y después, pasado el tiempo, crecerán y morirán.
Los hombres han decidido para cada una un nombre determinado”.

FILOSOFIA MEDIEVAL: LA ESCOLASTICA

Se conoce con este nombre a la filosofía que imperó en las grandes universidades fundadas por la Iglesia en los siglos XII y XIII (París, Nápoles, Bolonia, Oxford, Cambridge y Salamanca entre otras); siglo por excelencia de la cultura y la filosofía cristiana, en donde se construyeron las grandes catedrales góticas. Es un siglo de personalidades pujantes y definidas. El apogeo cultural se dio por tres hechos significativos:
*La fundación de las grandes universidades.
*El surgimiento de las ordenes religiosas mendicantes (Dominicos y Franciscanos) que impulsaron los estudios filosóficos y teológicos.
*El descubrimiento de las obras aristotélicas por la intercesión de los Arabes.
Los principales representantes de este período son: San Anselmo de Cantorbery, Pedro Abelardo, Pedro Lombardo, Juan de Salísbury, San Buenaventura, San Alberto Magno y Santo Tomas de Aquino. La filosofía que se cultivo durante ésta etapa tiene las siguientes características:
*Tiene como base la filosofía griega, en especial la Platón y la de Aristóteles, como también la de los padres de la Iglesia en especial San Agustín y Boecio.
*Su fin primordial es el de conciliar la fe y la razón, la doctrina revelada con la filosofía griega.
*Enmarcada por un sabio eclepticismo, que supo escoger lo mejor de Platón, Aristóteles, los estoicos, Plotino y San Agustín.
El problema fundamental planteado durante esta época, es el de los UNIVERSALES, analizando el valor objetivo de las ideas; del estudio de éste problema surgen cuatro escuelas:
Ø EL REALISMO EXAGERADO: Doctrina opuesta al nominalismo, según la cual los conceptos universales tienen una existencia real e independiente anterior a, y aparte de, los objetos particulares. Su principal representante Guillermo de Champeaux, sostiene que los géneros y las especies existen independientemente de los individuos como realidades objetivas (Platón), fuera de la mente humana.
Ø EL NOMINALISMO: En la filosofía escolástica medieval, doctrina según la cual las abstracciones, conocidas como universales, carecen de una realidad esencial o sustantiva, pues tan sólo los objetos individuales tienen una existencia real. Estos universales (como animal, nación, belleza y círculo) eran considerados sólo nombres, de ahí el término nominalismo. Por ejemplo, el nombre círculo se aplica a cosas que son redondas y por lo tanto es una denominación general, pero no existe ninguna identidad concreta con una esencia separada de redondez que corresponda a ese nombre. Su Principal representante es Roscelino, y según él, los universales son meras emisiones vocales “Flatus Vocis” (voces vacías), sin contenido conceptual.
Ø El CONCEPTUALISMO: Teoría intermedia entre el nominalismo y el realismo, según la cual los universales, aunque no tienen una existencia real o en sustancia, sí existen como ideas o conceptos en la mente y son, por lo tanto, algo más que meros nombres. Su principal representante es Abelardo; para quien, nada hay real fuera del individuo, los universales son simples conceptos, fruto del entendimiento que se desprenden de la realidad objetiva.
Ø REALISMO MODERADO: Teoría alternativa, que sitúa los universales en la mente pero admite también un sustrato real en los objetos particulares. Los géneros y las especies en cuanto ideas sólo tienen existencia en la mente y se forman sobre la misma realidad concreta mediante la abstracción de las propiedades individuales, v. g. Hombre, Bondad, Justicia, Belleza...
El problema entre nominalismo y realismo no era sólo filosófico sino también teológico, ya que Roscelino mantenía que la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), concebida en la teología tradicional de la Iglesia como constitutiva de una unidad de naturaleza divina, no puede ser entendida (de acuerdo con el método individualizador del nominalismo) sino como tres dioses distintos y separados, doctrina conocida como triteísmo. Por lo tanto la Iglesia se opuso tenazmente al nominalismo. Las implicaciones para la ética tuvieron también un gran alcance. Si no hay una naturaleza común para todos los individuos, entonces no hay ley natural que gobierna a todo el mundo; los actos son buenos o malos en el orden moral sólo porque están dispuestos o prohibidos por Dios. La defensa del nominalismo asumida por el filósofo escolástico inglés del siglo XIV Guillermo de Ockham allanó el camino de algunas teorías nominalistas modernas como el instrumentalismo, el pragmatismo, la semántica y el positivismo lógico.
Pedro Abelardo: (1079-1142), filósofo y teólogo francés, cuya fama como profesor le convirtió en una de las figuras más célebres del siglo XII. Nació en Le Pallet (Bretaña) estudió en Loches con el filósofo nominalista francés Roscelino y más tarde en París con el filósofo realista francés Guillermo de Champeaux. Crítico de sus maestros, Abelardo comenzó a enseñar en Melun, en Corbeil y en 1108, en París. Pronto adquirió fama por toda Europa como profesor y pensador original. En 1117 se convirtió en tutor de Eloísa, sobrina de Fulbert, canónigo de la catedral de Notre Dame en París. Eloísa y Abelardo se enamoraron, y ella dio a luz un hijo a quien llamaron Astrolabio. Ante la insistencia de Abelardo se casaron en secreto y convenció a Eloísa para tomar los votos sagrados en la abadía benedictina de Saint-Argenteuil. Su tío Fulbert, al principio enfurecido por la relación entre los dos y después algo aplacado por su matrimonio, decidió, no obstante, que Abelardo tenía que abandonar a Eloísa en la abadía y castrarse. La pareja se separó entonces: Eloísa entró en una orden de religiosas, mientras Abelardo se recogió en la abadía de Saint-Denis-en-France, en París.
La primera obra publicada de Abelardo, un tratado sobre la Trinidad (1121), fue condenada y quemada por un concilio católico que se reunió en Soissons en ese mismo año. Obligado a dejar Saint-Denis-en-France, Abelardo fundó una capilla y un oratorio, llamado la Paraclete, en Nogent-sur-Seine. En 1125 fue elegido abad del monasterio de Saint-Gildas-de-Rhuis, donde escribió su autobiográfica Historia Calamitatum (Historia de mis desventuras, 1132). En esa época comenzó la famosa relación epistolar con Eloísa, cartas que han llegado a ser clásicos de la correspondencia romántica. En 1140 san Bernardo de Claraval, eminente religioso francés quien consideraba que los métodos dialécticos de Abelardo eran peligrosos y poco respetuosos con los dogmas de la fe, convenció al concilio católico reunido en Sens, y al papa Inocencio II, de condenarlo por sus escritos y enseñanzas racionalistas y escépticas. En su camino a Roma para apelar contra la condena, aceptó la hospitalidad de Pedro el Venerable, abad de Cluny, y permaneció allí durante meses. Abelardo murió en un priorato cluniaciense cerca de Chalon-sur-Saône. Su cuerpo fue llevado a la Paraclete; cuando Eloísa murió en 1164 fue enterrada junto a él. En 1817 ambos cuerpos fueron trasladados a una tumba común en el cementerio de Père Lachaise, en París.
Fue uno de los pensadores más destacados de la edad media. En el énfasis que puso en la discusión dialéctica, Abelardo seguía al filósofo y teólogo del siglo IX Juan Escoto Eriúgena , y precedía al filósofo escolástico italiano santo Tomás de Aquino. La principal tesis dialéctica de Abelardo es que la verdad debe alcanzarse sopesando con rigor todos los aspectos de una cuestión y se presentó en Sic et Non (Así y de otra forma, c. 1123). También se anticipó a la posterior dependencia teológica de la obra de Aristóteles, más que de la de Platón. Abelardo reaccionó con fuerza contra las teorías del realismo extremo, negando que los conceptos universales tengan existencia independiente fuera de la mente. Según Abelardo, 'universal' es una palabra funcional que expresa la imagen combinada de esas asociaciones comunes de palabras dentro de la mente. Esta posición no es nominalista, porque Abelardo subraya que las asociaciones de las cuales está formada la imagen y a las que se da un nombre universal tienen una cierta semejanza o naturaleza común. Su teoría es un paso definitivo hacia el realismo moderado de Aquino, pero carece de una explicación del proceso por el que se forman las ideas. En la evolución de la ética, la mayor contribución de Abelardo fue sostener que un acto debe ser juzgado por la intención que guía a quien lo realiza.
Pedro Lombardo: (1100-1160), teólogo italiano y obispo de París, autor de Cuatro libros de sentencias que se convirtió en el texto teológico modelo durante la edad media. Nació en Novara (Lombardía) y estudió en Bolonia, Reims y París, donde fue discípulo del filósofo francés Pedro Abelardo. Enseñó teología en la escuela de Notre Dame (París) de 1136 a 1150. En 1159 se convirtió en obispo de esta misma ciudad, pero murió al año siguiente. Por su obra principal, Cuatro libros de sentencias, fue nombrado Magister Sententiarum (Maestro de sentencias). Se trata de una compilación sistemática de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y de las opiniones de los primeros teólogos, y es importante por su explicación de la teología de los sacramentos. Mientras escritores anteriores enumeraron hasta treinta, Lombardo fue uno de los primeros en insistir que los sacramentos eran siete, para distinguirlos de los remedios sacramentales. Sentencias, nombre abreviado por el que es conocida su obra, continuó siendo el principal libro de texto sobre teología en las universidades europeas hasta el siglo XVI.
San Buenaventura: (1217-1274), teólogo cristiano y vicario general de los franciscanos, célebre por sus escritos espirituales, se le conoció como el Doctor Seráfico. Nació en Bagnoregio (cerca de Viterbo, Italia). Ingresó en la orden franciscana en 1243, y adoptó el nombre de Buenaventura y profundizó en sus estudios hasta convertirse en maestro (profesor) de teología en 1254. Durante este periodo preparó un comentario sobre las Escrituras, el Breviloquium y al igual que su coetáneo Tomás de Aquino, trabajó para integrar la visión aristotélica en la tradición de san Agustín. Buenaventura aceptó gran parte de la filosofía científica de Aristóteles, pero rechazó cuanto conocía de su metafísica por insuficiente, ya que, según Buenaventura, al filósofo no le guiaba la luz de la fe cristiana. La doctrina de la iluminación de la mente humana (el alma) por el divino (una forma de identificar la verdad o falsedad del juicio) la tomó de las doctrinas de san Agustín. Su Itinerario de la mente hacia Dios (1259) y sus breves tratados místicos reflejan su preocupación por la forma en que el alma reconoce y se une a Dios.
La Filosofía Árabe: Después de la expansión del Islamismo por el mundo occidental y parte del oriental, la filosofía árabe tiene un notable florecimiento llegándose a mezclar con la filosofía cristiana. Su preocupación fundamental es el mismo de la escolástica cristiana: “Conciliar la filosofía con la doctrina del Corán”, igualmente el autor de preferencia va a ser Aristóteles. Son precisamente los árabes los primeros en encontrar y comentar a Aristóteles, y son ellos los que dan a conocer el pensamiento aristotélico en el mundo occidental del Medioevo. De filósofos árabes destacamos: Alkindi, Alfarabi, Avicena, Averroes y un judío Moisés Maimónides.
Avicena: (980-1037), conocido en el mundo musulmán como Ibn Sina, filósofo y médico islámico persa, nacido cerca de Bujara (hoy Uzbekistán). Hijo de un funcionario del gobierno, estudió medicina y filosofía en Bujara. Con 18 años fue nombrado médico de la corte del soberano samaní de Bujara. Considerado por los musulmanes como uno de los mayores filósofos islámicos, Avicena es una figura importante en el campo de la medicina y de la filosofía. Su obra El canon de la medicina fue durante mucho tiempo un libro de texto preeminente en Oriente Próximo y Europa. Su obra más conocida es Kitab ash-Shifa (El libro de la curación), un compendio de tratados sobre lógica, metafísica, antropología aristotélica, ciencias naturales y otros temas. La filosofía de Avicena era una combinación de la filosofía de Aristóteles y del neoplatonismo. Al igual que la mayoría de los filósofos medievales, negaba la inmortalidad del alma individual, del interés de Dios por los particulares y de la creación del mundo en el tiempo, todos ellos temas centrales de la corriente principal de la doctrina islámica. Avicena se convirtió en el principal blanco de los ataques de los teólogos suníes, como Algazel. No obstante, la filosofía de Avicena fue muy influyente a lo largo de la edad media.
Alfarabí: (873-950), filósofo musulmán, el primero del mundo islámico que propuso la primacía de la verdad filosófica sobre la revelada, afirmando, contra la creencia de otras religiones, que las verdades filosóficas son universales y no relativas a los espacios geográficos. Nació en Farab (Transoxiana, en el actual Uzbekistán), de familia turca. Fue uno de los primeros pensadores que transmitió al mundo islámico las doctrinas de Platón y Aristóteles, a los que consideraba idénticos en esencia. Influyó de una forma muy intensa en otros pensadores posteriores, como Avicena y Averroes.
Deslumbrado por el neoplatonismo de Plotino, Alfarabí proponía un Ser Supremo, creador del mundo mediante el ejercicio de la inteligencia racional. Creía que esta misma facultad racional era la única parte inmortal del ser humano y, así, propugnaba como auténtica finalidad humana el desarrollo de esta capacidad. Más que ningún otro pensador musulmán, prestó una gran atención a las teorías políticas, adaptando el sistema de Platón (que este autor propuso en La República y en Leyes) a la situación política del mundo musulmán de su tiempo, descrita en La ciudad perfecta. Alfarabí formuló como ideal una religión universal de la que todas las otras religiones existentes serían meras expresiones simbólicas. De sus más de 100 obras, la mayor parte se han perdido, incluyendo sus comentarios a Aristóteles. Otras sólo se han conservado en su traducción medieval en latín. Además de sus escritos filosóficos, redactó un catálogo de las ciencias que constituye el primer intento de sistematizar el conocimiento humano por parte de un autor musulmán.
FILOSOFIA ARISTOTELICO-TOMISTA: Es una filosofía rica en expresión, en donde se conjuga la filosofía y la teología, siendo la primera reducida a sierva de la segunda. Mediante esta filosofía se rescata el pensamiento aristotélico como la fuente válida para demostrar los misterios y dogmas de la fe cristiana. Es una filosofía enmarcada por la metafísica y promovida por San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino.
SANTO TOMÁS DE AQUINO: considerado el más grande filósofo de la edad media, canonizado el 18 de julio de 1323, mediante bula papal de Juan XXIII, y proclamado doctor de la Iglesia por Pío V, el 11 de abril de 1567. Normalmente se le denomina el doctor angélico. De origen Lombardo, en el año de 1225 nace en el seno de una noble familia, en el castillo de Roccasecca, ubicado en las cercanías de Aquino al norte de Nápoles. Sus primeros estudios los realiza en la abadía de Monte Casino, posteriormente pasa a la Universidad de Nápoles, ingresando a la orden de los dominicos en el año de 1243, llegando a ser el discípulo más aventajado de San Alberto Magno.
Escritos: Su primera obra importante fue Scripta super libros Sententiarum (1256), que consiste en comentarios sobre una obra influyente relacionada con los sacramentos de la Iglesia, conocida como el Sententiarum libri quatuor, del teólogo italiano Pedro Lombardo. En 1256 a se le concedió un doctorado en teología y fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro IV, que ocupó la silla pontificia desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en 1259, donde sirvió como consejero y profesor en la curia papal. Regresó a París en 1268, y en seguida llegó a implicarse en una controversia con el filósofo francés Siger de Brabant y otros seguidores del filósofo islámico Averroes. Entre sus obras podemos citar además: Del Ser y la Esencia (Est et Essentia), De la Memoria y la Reminiscencia, La Summa contra los Gentiles, Cuestiones Disputadas y La Summa Teológica, obra que refleja todo su y consta de tres partes a saber:
1. Dios y las criaturas.
2. Principios generales de las ciencias y la moral. Virtudes y Vicios.
3. Redención y Sacramentos
Consulta también las pruebas de la existencia de Dios

viernes, 12 de febrero de 2010

FILOSOFIA MEDIEVAL: LA PATRISTICA

ORIGEN DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL
Se conoce como Filosofía medieval a la época comprendida entre los siglos II y XIV d. C., enmarcada por el exagerado teocentrismo cristiano; es precisamente el cristianismo el que enmarca la división más profunda de la filosofía, separa las dos etapas de mayor producción filosófica, la antigüedad y la modernidad.
La Filosofía Medieval esta enmarcada por la doctrina de Cristo, a partir de Él se dividieron los sabios de su época, unos que defendían su doctrina y otros que por el contrario la atacaban. Los que atacaban el pensamiento cristiano lo hacían con argumentos filosóficos, por tal motivo los defensores se vieron en la necesidad de prepararse en filosofía griega, de ésta forma surge lo que se conoce en la historia como la Filosofía Cristiana, aunque la intención de estos primeros filósofos no era la de hacer filosofía. Es entonces el cristianismo quien modifica los supuestos sobre los que se mueve el hombre y en últimas su filosofar. Durante éste período identificamos tres momentos, el de Iniciación o Filosofía Patrística (desde el siglo II hasta el XII), el Apogeo o Filosofía Escolástica (siglo XIII) y la decadencia (siglo XIV).
DEL DESARROLLO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO A LA IDEOLOGÍA RELIGIOSA
Cristo trae una nueva idea que le va a dar sentido a la existencia del hombre y del mundo, y es el concepto de creación, idea que retomada del libro del Génesis: “In principo creavit Deus Caelum et terram”, y es precisamente a partir de esta frase que surge la nueva filosofía. Tengamos en cuenta ante todo, que el cristianismo no es propiamente una filosofía, se ha de entender como una religión o como un estilo de vida, que sin embargo le da un nuevo carácter a ésta; la intención fundamental de los filósofos de este período no era el de hacer filosofía sino el de defender su fe, por ésta razón a muchos se les conoce como apologistas.
El concepto de creación de la nada, como lo entendían los judíos, choca lógicamente con el pensamiento griego, ya que éstos no podían concebir la idea de un surgir de las cosas a partir de la nada, por el contrario lo entendían como un simple momento de una eterna evolución de la materia. Para que la filosofía tenga el carácter cristiano debe fundarse en cinco principios básicos:
* Existencia de un solo Dios personal, distinto del mundo, espíritu puro de infinita perfección.
* La creación de todos los seres que existen en la naturaleza a partir de la nada.
* Mediante su providencia Dios conserva y gobierna el mundo.
* Todo hombre tiene un alma espiritual, racional, libre e inmortal.
* Todos tenemos un destino futuro: eterna felicidad (buenos) y eterna desgracia (malos).
LA FILOSOFÍA PATRÍSTCA
Se conoce con el nombre de Filosofía Patrística, a la reflexión filosófica de los primeros padres de la iglesia, (de ahí viene precisamente su nombre Pater– Patris), cuyo interés no es intelectual ni teórico, sino apologético, y es que por ejemplo ni San Juan, ni San Pablo en ningún instante intentaron hacer filosofía, sin embargo la filosofía si se ocupa de estudiar el pensamiento de ellos. De ésta forma la nueva filosofía, fundamentada en la apología de la fe, fue constituyendo los temas especulativos como una forma de reaccionar contra las herejías y el paganismo; así se constituyó entonces el dogma de la fe cristiana (El Credo).
Entre los principales representantes, encontramos los apóstoles y los primeros padres de la Iglesia: Hasta el siglo IV, podemos destacar a: San Juan, San Pablo, San Justino, San Clemente de Alejandría, San Hilario, San Gregorio Niceno, San Atanasio, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, Atenágoras, Lactancio, Orígenes, Tertuliano y San Agustín; del siglo V al VIII, con la invasión barbara sobreviene un decaimiento en la filosofía y la cultura cristiana; todo es destruido y una nueva cultura se sobrepone a la incultura con gran dificultad y lentitud, se destacaron en éste período: Dionisio el Areopagita, Casiodoro, Boecio, San Isidro de Sevilla, san Juan Damaceno y el monje Alcuino. Ya en los siglos IX y X es poca la filosofía que se cultiva y escasamente sobresale Juan Escoto Erígena.
La Filosofía Patrística, no tiene un sistema definido y riguroso, sus fuentes primordiales son el pensamiento griego, del cual toman en cada caso lo necesario, por tal motivo sus conocimientos de la filosofía griega son parciales y deficientes, son eclécticos, el filósofo que más conocen es Platón, en el que encuentran analogías con el cristianismo.
San Juan Evangelista: Uno de los doce apóstoles, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. También se le conoce como san Juan el Divino. Primero fue discípulo de Juan el Bautista y luego de Jesús, que le hizo apóstol y le llamó, junto a su hermano Santiago, boanerges (del griego, 'hijos del trueno') por su celo. Como Santiago y Pedro, fue uno de los discípulos que contemplo la transfiguración de Jesús y su agonía en Getsemaní. Participó activamente en la organización de la primera Iglesia en Palestina, y más tarde, por toda Asia Menor. Según la tradición, durante el periodo de persecuciones romanas, huyó a Patmos, donde se cree que escribió el Apocalipsis, o Libro de la Revelación; después viajó a Éfeso y las mismas tradiciones dicen que escribió tres cartas y el cuarto evangelio. En Asia Menor se le venera como patrón y en las pinturas se le representa con varios emblemas, entre ellos el águila le identifica como evangelista.
San Juan Damasceno: (675-749), teólogo, Padre y Doctor de la Iglesia. Nació en Damasco (Siria) y a pesar de ser cristiano, fue un alto funcionario del tesoro del califa de Damasco, pero hacia el año 700 renunció a su cargo a causa de la hostilidad del califa hacia los cristianos. Se retiró al monasterio de Mar Saba, cerca de Jerusalén, donde se ordenó sacerdote. Cuando surgió la controversia sobre la herejía de los iconoclastas, se opuso y luchó contra los edictos del emperador bizantino León II que prohibían la veneración de las estatuas e imágenes sagradas; al no ser súbdito del emperador pudo hacerlo con impunidad.
San Juan Damasceno, llamado Chrysorrhoas (del griego, 'río de oro') por su habilidad oratoria, estuvo considerado como uno de los filósofos más sobresalientes de su época. Escribió Fuente del conocimiento, libro de texto básico sobre la teología dogmática de la Iglesia griega primitiva, que se compone de tres partes: Maestros de la filosofía, Compendio de herejías y Exposición exacta de la fe ortodoxa. La tercera parte, contiene un sistema teológico completo basado en las enseñanzas de los primeros padres de la Iglesia griega y en los sínodos eclesiásticos del siglo IV al VII.
San Clemente I, Primero de los escritores eclesiásticos llamados Padres Apostólicos. Según el teólogo Ireneo (siglo II); fue el tercer obispo de Roma y estuvo familiarizado con san Pedro y san Pablo. Aunque se conocen pocos detalles de su biografía, la alta estima en que se tuvo a Clemente es clara a partir de su Epístola a los Corintios, que fue considerada de forma unánime como un libro canónico de la Biblia hasta el siglo IV. Unos de los más importantes documentos de los tiempos apostólicos, esta epístola es la pieza más antigua de la literatura cristiana fuera del Nuevo Testamento, de la que el nombre, cargo y fecha del autor están probados con rigor histórico. La aparición de disputas dentro de la Iglesia de Corinto, donde ciertos presbíteros (ancianos) habían sido depuestos, empujó al autor a intervenir. La epístola es una valiosa fuente de información sobre la vida, doctrina y organización de la Iglesia cristiana primitiva.
San Hilario de Poitiers: (315-367), prelado cristiano y doctor de la Iglesia, nacido en Poitiers. De familia pagana, fue un converso al cristianismo. Hacia el año 353 fue elegido obispo de Poitiers, y muy pronto comenzó una rigurosa represión de la herejía del arrianismo en su diócesis. Aunque sus adversarios arrianos consiguieron su destierro a Frigia en el año 356, Hilario asistió al sínodo de Seleucia en el año 359, donde pronunció una erudita y enérgica defensa de la ortodoxia. Regresó a Poitiers en el 361 y siguió atacando al arrianismo hasta su muerte. Se festividad se conmemora el 13 de enero.
Dionisio el Areopagita (siglo I d.C.), miembro del Areópago de Atenas y convertido al cristianismo gracias a la predicación de san Pablo. Parece ser que fue el primer obispo de Atenas y que fue martirizado allí durante el reinado de Domiciano, emperador de Roma. Otra tradición le confunde con el apóstol de Francia, san Dionisio (Saint Denis). En la edad media se le atribuyeron un conjunto de textos griegos que investigadores modernos identifican como obra de un neoplatonista (conocido como Pseudo-Dionisio). Estos escritos son Sobre la jerarquía celestial y Sobre la jerarquía eclesiástica, obras que se ocupan de las tres triadas de órdenes de seres angélicos y de sus réplicas terrenales; Nombres divinos, un tratado sobre lo que las denominaciones de Dios en la Biblia pueden enseñar respecto a su naturaleza y atributos, y Teología mística, en la que el autor expone una forma de misticismo intuitivo.
Boecio (480-524), filósofo y hombre de Estado romano, que supo ganarse la estima y confianza de Teodorico I el Grande, rey de los ostrogodos, y por entonces señor también de Roma, quien en 510 le nombró cónsul. Más tarde fue acusado por sus enemigos de preparar una traición, y, aunque inocente, fue encarcelado en Pavía y ejecutado. Mientras estuvo en la cárcel escribió De Consolatione Philosophiae (Sobre la consolación de la Filosofía, 523), obra filosófica que, aunque escrita por alguien que no era cristiano, contiene muchos elementos de la ética cristiana por lo que fue tenida en muy alta consideración durante toda la época medieval. Se hicieron muchas traducciones de la obra y muy célebres son las del rey Alfredo el Grande y la del poeta Geoffrey Chaucer. Boecio escribió también un tratado de lógica sobre todo influido por la terminología lógica de los medievales, y realizó diversas traducciones y comentarios de las obras de Aristóteles, que sirvieron para que los escolares de entonces se iniciaran en el conocimiento del filósofo griego; escribió también sobre música, aritmética y teología.
SAN AGUSTÍN Y EL PROBLEMA DEL MAL: Nació en Tagaste, Africa (354-430), considerado el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental. Su padre, Patricio era un pagano (que más tarde se convirtió al cristianismo); su madre, Mónica, era una devota cristiana que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo, siendo canonizada por la Iglesia católica romana Agustín. Se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que tuvo un hijo al que llamó Adeodatus (lat. regalo de Dios).
Inspirado por la lectura del tratado filosófico Hortensius, del orador y estadista romano Cicerón, Agustín se convierte en un ardiente buscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas antes de ingresar en el seno de la Iglesia católica. Después de su conversión, se dice que fue tal su entrega, que abandonó su vida mundana y se entregó al estudio de la teología, centrado siempre en el problema del bien, lo que le mereció que fuese erigido obispo de la iglesia. Le correspondió vivir un periodo de gran agitación política y teológica, ya que Europa y en general el cristianismo se veían amenazados por las incursiones de los bárbaros, y con ellos se desencadenaría el cisma y las herejías que amenazaban la unidad de la Iglesia. Murió en Hipona el 28 de agosto del año 430.
La filosofía agustiniana tiene un contenido que se expresa del modo más radical en los soliloquios: “Deum et animam scire cupio. Nihilne plus? Nihil omnino” (Quiero saber de Dios y del alma. ¿Nada más? Según lo anterior podemos decir que sólo dos temas le interesaron a Agustín, Dios y alma, donde el centro de la especulación es Dios y de allí parte toda su labor metafísica y teológica, demostrando la existencia de Dios, por medio del argumento (platónico) de la existencia de las verdades eternas, en especial de los primeros principios, superiores al orden sensible, los cuales no son fruto de la experiencia sino que requieren a Dios como fuente de ellos; dios no sólo es la causa eficiente sino también la causa ejemplar de todos los seres, que fueron hechos de acuerdo con las ideas divinas. Dios es el sol de toda inteligencia, que participa su luz a todas las inteligencias creadas, velando a su vez por su conservación.
Es el primer filósofo en tratar el problema del MAL, al cual considera no como un ser sino como la carencia o deficiencia de ser, es una especie de corrupción, que no puede existir sino en el ser que se corrompe; el mal físico tiene su raíz en la limitación natural de sus criaturas, que por imperfección de su ser pueden decaer y aún destruirse entre sí; el mal moral, tiene su raíz en el abuso de la libertad humana, y no es más que la desviación de la rectitud debida. Atraído por su principio fundamental de conflicto entre el bien y el mal, Agustín se adhiere al maniqueísmo(filosofía dualista de Persia propagada por los romanos) durante nueve años, el maniqueísmo le pareció a una doctrina que podía corresponder a la experiencia y proporcionar las hipótesis más adecuadas sobre las que construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, abandona esta doctrina y dirigió su atención hacia el escepticismo.
Hacia el año 383 se trasladó de Cartago a Roma, pero un año más tarde fue enviado a Milán como catedrático de retórica. Aquí se movió bajo la órbita del neoplatonismo y conoció también al obispo de la ciudad, san Ambrosio, el eclesiástico más distinguido de Italia en aquel momento. Es entonces cuando Agustín se sintió atraído de nuevo por el cristianismo. Un día por fin, según su propio relato, creyó escuchar una voz, como la de un niño, que repetía: "Toma y lee". Interpretó esto como una exhortación divina a leer las Escrituras y leyó el primer pasaje que apareció al azar: "… nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rom. 13, 13-14), momento en el que decide abrazar el cristianismo, haciéndose bautizar junto con su hijo natural.
Además de combatir la herejía maniqueísta, participó en dos grandes conflictos religiosos: uno de ellos fue con los donatistas, secta que mantenía la invalidez de los sacramentos si no eran administrados por eclesiásticos sin pecado. El otro lo mantuvo con los pelagianos, seguidores de un monje contemporáneo británico que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que fue largo y enconado, Agustín desarrolló sus doctrinas de pecado original y gracia divina, soberanía divina y predestinación. La Iglesia católica apostólica romana ha encontrado especial satisfacción en los aspectos institucionales o eclesiásticos de las doctrinas de san Agustín; la teología católica, lo mismo que la protestante, están basadas en su mayor parte, en las teorías agustinianas.
La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvados por el don de la gracia divina; contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia.
Obras: Como escritor, fue prolífico, convincente y un brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones (400), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran apología cristiana La ciudad de Dios (413-426), formula una filosofía teológica de la historia; de los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo, los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. En el año 428, escribió las Retractiones, donde expuso su veredicto final sobre sus primeros libros, corrigiendo todo lo que su juicio más maduro consideró engañoso o equivocado. Sus otros escritos incluyen las Epístolas; sus tratados De libero arbitrio (389-395), De doctrina Christiana (397-428), De Baptismo, Contra Donatistas (400-401), De Trinitate (400-416), De natura et gratia (415) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.